jueves, 23 de diciembre de 2010

Los mandamientos del Abogado

I. Estudia
El derecho se transforma constantemente. Si no sigues sus pasos serás cada día un poco menos abogado.

II. Piensa
El derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando.

III. Trabaja
La abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de la justicia

IV. Lucha
Tu deber es luchar por el derecho pero el día en que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia.

V. Sé leal
Leal para con tu cliente, al que no debes abandonar hasta que comprendas que es indigno de ti. Leal para con el adversario, aun cuando él sea desleal contigo. Leal con el juez, que ignora los hechos y debe confiar en lo que tu le dices y que, en cuanto al derecho, alguna que otra vez debe confiar en el que tu invocas.

VI. Tolera
Tolera la verdad ajena en la misma medida que quieres que sea tolerada la tuya.

VII. Ten paciencia
El tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración.

VIII. Ten fe
Ten fe en el derecho como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la justicia como destino normal del derecho; en la paz como sustitutivo bondadoso de la justicia y, sobre todo, ten fe en la libertad, sin la cual no hay derecho ni justicia ni paz.

IX. Olvida
La abogacía es una lucha de pasiones. Si en cada batalla fueres cargando tu alma de rencor llegará un día en que la vida será imposible para ti. Concluido el combate olvida tan pronto tu victoria como tu derrota.

X. Ama tu profesión
Trata de considerar la abogacía de tal manera que, el día en que tu hijo (o hija) te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti proponerle que se haga abogado.


Autor: Eduardo J. Couture

Una de las excomuniones de Miguel Hidalgo y Costilla

“… Sea condenado Miguel Hidalgo y Costilla, ex-cura del pueblo de Dolores, le excomulgamos y anatematizamos desde las puertas del Santo Dios Todo Poderoso, le separamos para que sea atormentado, despojado… Que el padre que creo el hombre le maldiga, que el Hijo que sufrió por nosotros le maldiga; que el Espíritu Santo que se derrama en el bautismo le maldiga; que la Santa Cruz de la cual descendió Cristo triunfante sobre sus enemigos, le maldiga; que María Santísima, Virgen siempre y Madre de Dios, le maldiga; que todos los Ángeles, Príncipes y Poderosos y todas la Huestes Celestiales, le maldigan; que San Juan el Precursor, San Pedro, San Pablo, San Andrés y todos los otros Apóstoles de Cristo juntos, le maldigan y el resto de los discípulos y evangelistas, quienes con su predicación convirtieron al universo y la admirable compañía de mártires y confesores, quienes por sus obras fueron dignos de agradar a Dios, le maldigan; que el Santo Coro de las Benditas Vírgenes, quienes por honor a Cristo han despreciado las cosas del mundo, le condenen; que todos los santos, que desde el principio del mundo hasta las edades más remotas sean amados por Dios, le condenen. Sea condenado Miguel Hidalgo y Costilla en donde quiera que esté, ya sea en la casa, en el campo, en el bosque, en el agua o en la Iglesia… Sea maldito en vida y muerte. Sea maldito en todas las facultades de su cuerpo. Sea maldito comiendo y bebiendo, hambriento, sediento, ayunando, durmiendo, sentado, parado, trabajando o descansando y sangrando. Sea maldito interior y exteriormente; sea madito en su pelo, sea maldito en su cerebro y en sus vértebras, en sus sienes, en sus mejillas, en sus mandíbulas, en su nariz, en sus dientes y muelas, en sus hombros, en sus manos y en sus dedos. Sea condenado en su boca, en su pecho, en su corazón, en sus entrañas y hasta en su mismo estómago. Sea maldito en sus riñones, en sus ingles, en sus muslos, en sus genitales, en sus caderas, en sus piernas, en sus pies y uñas. Sea maldito en todas sus coyunturas y articulaciones de todos sus miembros; desde la corona de su cabeza hasta la planta de sus pies, no tenga un punto bueno. Que el hijo de Dios viviente con toda su majestad le maldiga, y que los cielos de todos los poderes que los mueven se levanten contra él, le maldigan y le condenen…”[1]

[1] Congreso de la Unión. Los Derechos del Pueblo Mexicano, México a través de sus Constituciones. Segunda Edición. Tomo I Historia Constitucional 1812 – 1842. Ed. Pórrua. México 1978. Pág. 74.